"No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente." (Romanos 12:2 NVI)
Recientemente me encontré con una mujer a la que no veía desde hacía varias semanas. Casi no la reconocí. Su cabello, generalmente rubio, se había vuelto completamente blanco. La transformación fue increíble, ella parecía una persona diferente. ¡Todo lo que necesitó fueron 40 minutos y un poco de tinte!
Si tan sólo la transformación espiritual fuera tan fácil. Solo lee un libro, ve a un consejero, asiste a una conferencia, haz un nuevo compromiso, decide ser diferente, derrama algunas lágrimas en un altar, memoriza unos versículos . . y listo! Te conviertes en una cristiana madura y piadosa.
Por el contrario, la experiencia de muchos creyentes es la siguiente:
Haces el compromiso. Fallas. Confiesas.
Vuelves a comprometerte. Fallas de nuevo. Confiesas de nuevo.
Vuelves de nuevo a comprometerte. Fallas de nuevo. Te das por vencida.
Después de toda la lucha y el esfuerzo, tendemos a querer una "solución rápida" —un libro, una conferencia, un consejero, un encuentro, una liberación milagrosa, un programa —algo que sea efectivo, y preferiblemente sin dolor. Queremos que Dios (o alguien más) haga algo por nosotros de una vez por todas para que no tengamos que seguir luchando con los problemas de siempre.
En mi propio caminar con Dios, he descubierto algunos principios útiles acerca de cómo el cambio espiritual se lleva a cabo.
1. El cambio espiritual, profundo y duradero, es un proceso. Rara vez sucede de una vez. Envuelve entrenamiento, pruebas y tiempo. No hay atajos.
Escuchamos hablar de personas que se liberan dramáticamente de las drogas o la adicción al alcohol, y nos preguntamos, "¿Por qué Dios no hace eso por mí? ¿Por qué tengo que luchar contra esta adicción a la comida, contra la lujuria, la preocupación y el miedo, o con una lengua desenfrenada?”
De vez en cuando Dios permite una victoria instantánea, pero más a menudo nos lleva a través de un proceso que requiere obediencia, fe, disciplina y tiempo. Dios está comprometido a ganar los corazones y desarrollar corazones y a desarrollar el carácter de Su pueblo.
2. El cambio espiritual requiere deseo. Tenemos que preguntarnos: ¿Realmente deseo cambiar, o estoy a gusto en permanecer como soy? ¿Qué tan importante es para mí ser como Jesús? ¿Qué precio estoy dispuesto a pagar para ser piadosa?
Los hijos de Dios tienen un profundo deseo de agradarle. Ese deseo se nutre de la oración (reconociendo nuestra dependencia de Él) y meditando en Cristo, el objeto de nuestro deseo.
Al leer la Escritura y contemplar al Señor Jesús, yo deseo ser como Él -—humilde, santa, compasiva, rendida a la voluntad de Dios, atenta a la guianza del Espíritu.
Cuando nuestro deseo de ser santo es mayor que nuestro deseo de permanecer donde estamos, hemos dado un gran paso hacia la transformación espiritual.
3. El cambio espiritual fluye de una relación íntima con Jesús. Queremos complacer a aquellos que amamos, y nos afligimos cuando les ofendemos. Cuanto más amamos a Jesús, más grande será nuestra motivación de obedecerle y de tomar las decisiones que le agradan.
La cuestión fundamental en la vida es qué o a quién adoramos. El proceso de cambio verdadero tiene lugar a medida que somos destetados de nuestro amor y adoración por el yo, por el placer y por el mundo; y cuando nuestros corazones son enteramente devotos a Cristo.
4. El cambio espiritual requiere disciplina. Recuerdo cuando era estudiante universitaria, sentada durante horas y horas en pequeñas habitaciones sin ventanas, escuchando la misma pieza de música una y otra vez. Yo sabía que nunca llegaría a mi meta —la de hacer hermosa música —sin una disciplina rigurosa.
La disciplina con el propósito de alcanzar la piedad no es lo mismo que el esfuerzo propio. Más bien, significa conscientemente cooperar con el Espíritu Santo—dependiendo de Él, para que Él pueda transformarnos a la imagen de Cristo.
El problema es que queremos el resultado sin el proceso. Queremos la victoria sin la guerra.
Orar con la esperanza de un cambio espiritual es inútil si nos sentamos pegados a un televisor o descuidamos los medios que Dios ha provisto para nuestro crecimiento en gracia. El estudio de la Biblia, la meditación, la adoración, la oración, el ayuno, la responsabilidad y la obediencia son las disciplinas que producen una cosecha de justicia en nuestras vidas.
5. El cambio espiritual lo produce el Espíritu Santo, cuando ejercitamos la fe y la obediencia. Entonces, ¿cómo es la cosa? ¿Dios hace el trabajo, o lo hacemos nosotros? Según la Escritura, la respuesta es "sí", "Ocúpense de su salvación. . . pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad" (Fil. 2:12-13).
Un verdadero cambio espiritual se inicia y es capacitado por el Espíritu de Dios que mora en nosotros; se produce por toda la gracia que recibimos a medida que perseveramos en humildad, obediencia y fe.
6. El cambio espiritual es posible (y está asegurado) a causa de la nueva vida que recibimos cuando nacimos de nuevo. De acuerdo a la Palabra de Dios, en el momento de la regeneración nos convertimos en "una nueva criatura: lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!" (2 Corintios 5:17.). Para los creyentes, la vida santa no es cuestión de esforzarse más, sino más bien de caminar en la realidad de un cambio sobrenatural que ya ha tenido lugar.
La santificación es el proceso por el cual el cambio de Dios que ha obrado en nosotros es trabajado en nuestra experiencia diaria, ya que "estamos siendo transformados a la semejanza [de Cristo]" (2 Cor. 3:18). Es un proceso —y a veces doloroso — de toda la vida. Pero tenemos la confianza de que un día la transformación será completa, y "seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Juan 3:2).
© Usado con permiso. Extraído de DECISION magazine, Mayo 2001, Billy Graham Evangelistic Association, 2001. http://www.ReviveOurHearts.com www.AvivaNuestrosCorazones.com
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