El cielo será tan diferente al del mundo actual, que para describirlo se requiere de expresiones negativas, así como también de las anteriores cosas positivas. El describir lo que está totalmente fuera del alcance del entendimiento humano, también requiere señalar cuánto difiere de la presente experiencia humana. El primer cambio que experimentarán los creyentes en el cielo, con relación a su vida terrenal, es que enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos (cp. Ap. 7:17; Is. 25:8). Eso no quiere decir que las personas que lleguen al cielo estarán llorando y Dios las consolará. No estarán, como algunos piensan, llorando al enfrentar el registro de sus pecados. No hay tal registro, porque “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1), ya que Cristo “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 P. 2:24). Lo que declara es la