Por Nancy Leigh DeMoss Más de 3000 días han pasado desde que recibí la llamada telefónica diciéndome que mi padre había tenido un ataque al corazón y había partido a estar con El Señor. Habíamos estado juntos sólo algunas horas antes, celebrando mi cumpleaños número 21. Él era mi mejor amigo. Nuestros corazones latían al mismo compás de tantas formas. No podía imaginarme la vida sin él. Se dice que el tiempo sana. Yo sé que el Espíritu Santo ha sanado las heridas de este corazón quebrantado de forma sobrenatural, tierna y llena de gracia. Pero hay algunas cosas que el tiempo no puede lograr que uno olvide. Las incontables, memorias que atesoro de la vida de mi papá, llenas de gozo, se hacen mas preciosas con cada año que pasa. Dudo que haya pasado un sólo día desde el 1ro de Septiembre de 1979, donde mi vida no haya sido tocada por la vida de este hombre que conoció y caminó con Dios. A través de los años, me han hecho muchas preguntas sobre mi padre. Cada vez que hablo s