Por Nancy Leigh De Moss La maldición de las palabras incluye palabras pronunciadas por otros (incluso por usted mismo) y tienen la intención de herir y dañar, menospreciar o desear mal. Considere el ejemplo de David, a quien Shimei maldijo y menospreció en 2 Samuel 16. Shimei acusó falsamente a David, atribuyéndole hechos y la pérdida de su reino por el juicio de Dios debido a presuntos pecados en contra de la casa de Saúl. Las palabras de Shimei dañaban. ¿Cuáles palabras han dicho en tu contra intentando “maldecirte” o te han herido sin merecerlo? Eres tan torpe. . . Nunca llegarás a nada. . . Nunca vas a cambiar. . . Vas a ser igual que tu madre. . . No encontrarás alguien que te ame. . . Me gustaría que estuvieras muerto. . . Me gustaría que nunca hubieras nacido. . . Siempre. . . nunca. . ". Etc.. El hecho de ser un hijo de Dios no te hace inmune a la maldición de otros. La clave es cómo responder a esas heridas. Existen dos posibles respuestas: 1. Abis