Para Sarah Edwards (1710–1758), la comunión con Dios no era simplemente un deber, sino un deleite. Cuando apenas tenía 13 años, su piedad atrajo la mirada de Jonathan Edwards, americano, quien más adelante se convertiría en un pastor del Gran Avivamiento, muy conocido. Él escribió: Me dicen que hay una joven en [New Haven] que es amada por el Gran Ser, Quien hizo y reina el mundo entero, y que hay ciertas épocas en que el Gran Ser, de una u otra manera invisible, viene y llena su mente con abundante y dulce deleite, tanto así que a ella no le preocupa nada, excepto el meditar en Él… aunque le dieras el mundo entero, no podrías persuadirla de hacer algo equivocado o pecaminoso, por su temor a ofender al Gran Ser. Ella es de una tranquilidad y dulzura maravillosa, y con una mente llena de bondad, especialmente después que el Gran Dios se ha manifestado a su mente . Sarah se casó con Jonathan cuatro años después, y se establecieron en Northampton, Massachusetts, donde Jonathan