Por William Boekestein “Porque yo también soy hombre bajo autoridad.” Cuando escuchamos estas palabras, sobre todo si sabemos que primero les habló, es probable que no pensemos: "Felpudo, fácil de convencer, víctima." Este individuo sumiso era un centurión romano que vivía en Palestina durante la época de Cristo (Lucas 7:8). Un centurión era un soldado profesional que ganaba más de diez veces el sueldo de los soldados típicos. Y la mayoría de los centuriones eran dignos de cada denario. Los centuriones eran líderes valientes en la batalla; su rango normalmente sufrió desproporcionadamente un alto número de víctimas de la guerra. Este centurión particular, fue también un colaborador comprometido de Cristo. Reconoció la autoridad incomparable de Jesús y le presente la vida de uno de sus queridos sirvientes, que estaba gravemente enfermo. De él, Jesús dijo a la multitud: “Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande.” (Lucas 7:9). El centurión estaba