“La mujer sabia edifica su casa, mas la necia con sus manos la derriba” Proverbios 14:1
En el dia de hoy, enfrentamos grandes presiones al criar a nuestros hijos, presiones tanto económicas como sociales. Pero hay algo que no podemos ceder ante ninguna presión, que no es negociable, y son nuestros valores y principios dados por nuestra fe. Si decidimos abandonar nuestra responsabilidad como esposas y madres y salir de nuestros hogares, sin tener una verdadera necesidad, por la presión que la sociedad nos quiere imponer¿Quién los educará?, ¿Quién les instruirá en los valores y principios bíblicos o velará por ellos?
En Tito 2:4-5, Pablo instruye a que las mujeres sean enseñadas a amar a sus maridos, a amar a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la Palabra de Dios no sea blasfemada.
Debemos prestar atención a la relación que Dios hace en este pasaje entre el amar a nuestro marido, amar a nuestros hijos y ser cuidadosas de nuestras casas. ¡Debemos hacerlo para no blasfemar Su Palabra! Somos representantes de Dios ante los hombres, si los demás no ven en nosotros, en nuestras vidas y en nuestras familias un ejemplo de obediencia a Su Diseño, traemos oprobio a Su Nombre. ¡Cuán importante es nuestro testimonio!.
Nuestros hijos deben saber que les amamos, que les instruimos en la Palabra, pero también necesitan que les enseñemos a conducirse en la sociedad que les rodea. Somos nosotras, las llamadas a enseñarles a comer correctamente en una mesa, a recibirlos cuando llegan a la casa, a curar sus rodillas cuando se caen, a escuchar sus historias interminables, a supervisar los programas que ven en la televisión, a darles sus medicinas si enferman o supervisar con quienes juegan. “Ella considera los caminos de su casa” (Proverbios 31:27). Meditemos en que toda mujer tiene una “casa” en la cual debemos bendecir a los que nos rodean; es decir, a aquellos que Dios ha colocado junto a nosotras.
Debemos “renovar nuestra mente, para que comprobemos cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”(Romanos 12:2) y debemos “traer todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo” (2 Corintios10:5).
Pidamos al Señor que nos ponga el deseo de agradarle y de ser esa mujer que edifica su casa y no una que con sus manos la derriba. Al final, recibiremos la honra reservada para aquellas que aman hacer Su voluntad: “Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada y su marido también la alaba” (Proverbios 31:28).
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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