“He aquí, don del SEÑOR son los hijos;
y recompensa es el fruto del vientre” Salmo 127:3
y recompensa es el fruto del vientre” Salmo 127:3
“Cantemos a las madres su ternura y su afán y su noble atributo de abnegación sin par”. Así dice uno de los versos del himno a las madres escrito por la dominicana Trina Moya de Vásquez.
Desde siempre el rol de la madre ha sido motivo de exaltación. Muchos pueblos tienen un día especial dedicado a honrarle, a enaltecer sus virtudes y su capacidad de entrega. El sacrificio de una madre, desde el momento de la concepción, la crianza y el renunciamiento al momento de salir los hijos de la casa dejando el nido vacío, es algo digno de encomio.
El corazón de una madre está hecho de un material que no se daña ni se corroe. Su ritmo cardíaco es el ritmo del amor incondicional. Se contrae de emoción y gozo con el logro y la alegría de sus hijos, pero de igual modo se contrae de dolor cuando los ve fracasar en sus proyectos o envueltos en algún problema. Una madre nunca abandona la esperanza ante las vicisitudes que la vida pueda presentarle con aquel que acunó en sus brazos; y por eso lucha, sufre y soporta con amor y entrega por esos hijos que vio nacer, aún sin esperar nada a cambio.
Desde el principio de la humanidad, Dios dispuso que en el vientre de la hembra germinara la semilla de la vida humana (Gen.3:20) que fuera ella, primordialmente, la que cultivará, abonará y protegiera esa semilla. Ese es uno de los más grandes privilegios que se le haya podido otorgar a la mujer. Pero ese don, tan preciado por mucho tiempo, ha ido perdiendo su valor en esta sociedad modernista y postmodernista. Algo que antes se consideraba una bendición, ahora se considera un problema. El mundo nos ha ido vendiendo la idea de que la maternidad forma parte de una sub-cultura, hasta el punto de que muchas mujeres de hoy piensan que ser madre no vale la pena. El movimiento feminista con su liberalismo ha contribuido grandemente a fortalecer esos criterios y ha ido infiltrando la idea de que los hijos vienen a frustrar la realización de la mujer.
Para reflexionar:
¿En qué grupo te encuentras? ¿Eres de las que consideran la maternidad como una bendición, o estás en el grupo de las feministas que creen que la idea de permanecer en la casa cuidando a los hijos es algo anticuado y pasado de moda?
Si estás en el primer grupo te felicito y te animo a que continúes con ánimo tu labor. No hay mayor bendición que saber que has contribuido con Dios en el logro de uno de Sus más hermosos propósitos.
Si perteneces al segundo grupo, te animo a reflexionar. Aún tienes tiempo de volver atrás. Dios está esperando por ti. Él quiere ser glorificado a través de tu maternidad.
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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