La verdadera sumisión tiene dos enemigos constantes: el control y la manipulación. Podemos preguntarnos; ¿Cómo así? ¿Cuál es el problema ? “Yo me someto, yo soy su ayuda”.
No obstante, aunque creemos que estamos sujetas y somos ayuda idónea, el deseo de control y la manipulación son una realidad de la conducta femenina. El control, por un lado, se evidencia cuando constantemente le damos órdenes a nuestro esposo, en todas las áreas de su vida, 24/7, sin tomar en cuenta su opinión ni respetar su punto de vista –queremos controlar la ropa que se va a poner, el uso de su tiempo, cuándo y dónde debemos socializar, qué debe decir, cuáles son sus amigos, dónde estacionarse… hasta los ministerios en que debe servir en la iglesia. Aun delante de los demás tomamos la iniciativa de liderar las situaciones y llevar la voz cantante. Cuando “ayudo”, tristemente muchas veces estoy siendo controladora y sabia en mi propia opinión.
Si consideras que estamos exagerando respecto a tu “ayuda”, te recomendamos hacer dos cosas: primero, pregúntale a tu esposo qué tan idónea es tu ayuda; y, segundo comienza a evaluar cada una de tus “ayudas” para él.
La manipulación es un poco más sutil que el control, pero no menos peligrosa. Esta fue la táctica que usó Satanás en el huerto del Edén para engañar a Eva.
La manipulación se define como tratar de influenciar a otro con engaño o astucia.
La serpiente no se acercó a Adán directamente, sino que se fue tras la mujer. ¿Por qué? Porque ella era más vulnerable y tenía acceso directo al hombre.
Hoy día ocurre lo mismo, así como Eva fue usada por Satanás, nosotras podemos estar siendo usadas por él y presas de sus maquinaciones, para llevarnos por un camino equivocado. Tal como nos advierte el apóstol Pablo en 2 Corintios 11:3 “Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.”
La manipulación es engañosa; podemos caer presas de la misma, porque creemos tener “buenas intenciones” y “conocer el bien y el mal” cuando en realidad estamos tratando de salirnos con la nuestra, tanto en asuntos grandes como pequeños.
Por eso es de vital importancia que cuestionemos nuestras motivaciones. Nuestro trabajo no es conseguir lo que queremos, ni cambiar a nuestros esposos, ya que ese es el trabajo exclusivo de Dios, quien lo diseñó justo con las características particulares que cada una de nosotras necesitamos para crecer en gracia. Nuestro trabajo es someternos a Dios y por ende a nuestros esposos, ser su ayuda idónea y amarlo.
Te invito a que hagamos un test que nos permita identificar nuestro nivel de sumisión; veamos:
- ¿Haces de cosas pequeñas, grandes problemas?
- ¿Le dices y piensas cosas negativas y critícas a tu esposo, o te dedicas más a orar por él?
- ¿Cuán a menudo le dices cosas que lo animan y muestran admiración por él?
- ¿Te enfocas en sus éxitos y fortalezas o en sus fracasos y debilidades? (Es decir, las cosas que quisieras ver cambiadas en El)
- ¿Lo amas y respetas, tal como es él? Eso no significa que no tenga áreas que cambiar. ¿Ven los demás cualidades en él que tú no puedes percibir porque lo ves con ojos críticos y juzgando todo lo que hace?
- ¿Eres rápida en ceder y complacerlo? ¿Tan rápida como cedes y complaces a otros?
- ¿Siente él que tiene la libertad de fallar?
- ¿Lo alientas a seguir adelante y lo animas? o ¿ Eres tú su peor verdugo?
- ¿Hablas bien de él a los demás? ¿Cubres sus faltas o las expones ? (En este caso no nos referimos a situaciones en que necesitas exponerlo por algo serio o pecaminoso)
- ¿Cuál es tu tono de voz hacia él cuando están en desacuerdo?
Si estas preguntas han evidenciado áreas de tu vida que necesitan ser cambiadas o en pecado, sé tú la primera en correr a la cruz de Cristo y confiesa, primero a Dios y después a tu esposo y pídele al Señor que te ayude a ondear la bandera blanca de la sumisión y que haga sendas derechas para tus pies .¡Dios te bendiga!
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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