Cuántas veces lo que hacemos parece no tener trascendencia! No imaginamos el alcance que pueden tener nuestras acciones o decisiones en un momento dado.
En una ocasión, un grupo de mujeres oyeron la voz de Dios y su respuesta fue la obediencia aun cuando sus acciones iban en contra de lo establecido culturalmente. Pero Jesús vino…ellas lo conocieron y tanto Su Palabra como Su Mensaje transformaron sus vidas, llenándolas de esperanza y gozo. Su respuesta fue seguirle donde quiera que Él iba.
‘’Y poco después, El comenzó a recorrer las ciudades y aldeas, proclamando y anunciando las buenas nuevas del Reino de Dios; con El iban los doce, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos’’. Lucas 8:1-3
Estas mujeres servían al Señor con todo lo que poseían. Entre ellas había algunas con influencia y recursos, como es el caso de Juana, la mujer del mayordomo de Herodes. Susana es mencionada como una que aportaba todas sus posesiones para sostener al Maestro y Sus discípulos. Ellas se unieron al grupo, administraban los bienes, cocinaban para ellos, los sostenían y cuidaban. Estas mujeres fueron de gran apoyo en los inicios de la iglesia.
Meditando en este texto, creo que, al igual que ellas, una vez nosotras somos sanadas y liberadas -no solo de nuestros pecados con la salvación que Jesús nos dio-sino mientras “con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor…” según nos dice 2 Corintios 3:18, debemos procurar poner todo lo que tenemos, somos y hacemos al servicio del Reino de Dios.
Podemos pensar que tal vez nuestro servicio sea pequeño o insignificante, pero no lo fue cuando Rahab hospedó a los espías y ese minúsculo acto de fe la incluyó en el linaje del Señor. Tampoco lo fue cuando Lidia hospedó a Pablo y a Silas en su casa dando lugar al nacimiento de la iglesia de Filipos.
¿Estás colaborando activamente para que Su Reino venga? ¿Tal vez te preguntes cómo puedes hacerlo? La respuesta: Sirviendo en tu iglesia, poniendo tus dones en uso. Pregúntale al Señor dónde Él te quiere y para qué te ha capacitado. Ora por esto. A continuación, algunas ideas:
- Puedes servir preparando comidas para hermanas que estén enfermas o hayan tenido un hijo.
- Puedes servir o preparar refrigerios como voluntaria en eventos que se realicen en tu iglesia.
- Recibe en tu casa a hermanos que vienen de paso; abre las puertas de tu hogar y deja que otros vengan y sean parte de tu familia.
- Ofrécete para transportar a alguna hermana que te necesite.
- Sé un brazo de apoyo para tus pastores y tu iglesia.
¿Puedes compartir con nosotras algunas maneras en que, con pequeñas cosas, sirves para Su Reino?
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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