Una conductora del Ferrocarril Subterráneo… siguiendo la Estrella Polar… viajando de noche a través de bosques y pantanos, mientras escapa de los sabuesos y de los buscadores de esclavos, enfrentando el peligro a cada paso.
Esta versión de la vida de Harriet Tubman, parte de mis recuerdos de los años de primaria, es solo una pequeña imagen de una mujer admirable –antes esclava, que perseveró a través del cruel maltrato a mano de sus amos, y que escapó hacia la libertad solo para regresar al corazón del peligro una y otra vez, a fin de ayudar a otros. Aunque nunca aprendió a leer, ejerció influencia en políticos, y en líderes, tanto del movimiento abolicionista como del sufragio, así como en generales de guerra. Y aún después de que la Guerra Civil y la esclavitud habían terminado, continuó peleando por los derechos de su gente y cuidando a aquellos en necesidad.
La vida de esclava
Harriet Tubman nació bajo el nombre de Araminta Ross cerca de 1829 en el Condado de Dorchester, Maryland. Se desconoce la fecha y ubicación exacta de su nacimiento, tal como ocurrió con la mayoría de los esclavos. Los padres de Araminta, Harriet Green y Ben Ross, fueron esclavos durante un tiempo en que la esclavitud estaba profundamente arraigada en la cultura. Araminta fue probablemente una de las hijas del medio, de un total de once hijos.
Araminta, o “Minty” como la llamaban sus padres, contaba apenas con lo imprescindible –si acaso- durante su niñez. Comenzó su labor de esclava con tan solo cinco años de edad, cuando fue rentada a una vecina. Durante el día debía realizar una carga completa de labores domésticas y cuidar un bebé. En la noche, cuidaba de que el bebé no molestara a sus amos. Cuando el bebé lloraba, la madre se levantaba, no para recoger al bebé, sino para azotar a Araminta como castigo. Si no realizaba lo suficientemente bien sus labores en el hogar durante el día, era castigada. Recordaba un día en que fue azotada cinco veces antes del desayuno.
En una ocasión siendo adolescente, Araminta trató de obstruir el paso de un supervisor enojado que perseguía a otro esclavo. El supervisor tomó una pesa de plomo de un kilo y la lanzó al otro esclavo – pero a quien terminó golpeando en la cabeza fue a Araminta. Aunque se recuperó, durante el resto de su vida padeció una condición (probablemente narcolepsia) que la hacía quedarse dormida sin darse cuenta.
Escape hacia la libertad
En 1844 cuando apenas tenía diecinueve años de edad, Araminta se casó con John Tubman, un hombre de color que era libre. En ese momento aprovechó para cambiar su nombre a Harriet, en honor a su mamá. Aunque su esposo era libre, Harriet todavía era esclava –como también lo serían cualquiera de los hijos que les nacieran. Después de cinco años de matrimonio, aún no había niños, y Harriet anhelaba escapar al norte y a la libertad –un deseo que su esposo no compartía.
Harriet tenía una profunda fe en Dios, algo que probablemente fue inculcado por sus padres. Aunque era analfabeta, había escuchado historias bíblicas y versículos que su madre le decía, dejándole una base espiritual que le sirvió para toda su vida. Harriet comenzó a orar para que su amo se convirtiera a Cristo y que así la dejara en libertad junto a su familia. Pero cuando oyó el rumor de que la iban a llevar al río para venderla, sus oraciones cambiaron: “Señor si no vas a cambiar el corazón de ese hombre, mátalo, Señor, y quítalo del camino para que no haga más daño.” 1
No mucho después, su amo murió, y Harriet sintió una culpa intensa. Pero también se enfrentó a un momento crucial. Se dio cuenta de que necesitaba tomar un papel más activo en los planes de Dios para su vida en lugar de solo estar dependiendo de otros. ¡Se iba a escapar!
En el otoño de 1849, Harriet se dirigió al norte, utilizando los recursos del Ferrocarril Subterráneo (UGRR por sus siglas en inglés), pasando mensajes en clave y quedándose en casas seguras durante el camino. Mientras que su esposo se negó a acompañarla, dos de sus hermanos se le unieron por un tiempo, antes de decidir regresar. Pero Harriet continuó. Se movía en las noches y descansaba durante el día, haciendo su travesía de casi noventa millas a pie. Se dirigía a Filadelfia, que tenía una comunidad grande de negros libertos, la mayoría del tiempo realizaba algún trabajo doméstico para sustentarse. Aunque había encontrado la libertad que buscaba, se sentía sola sin su familia. Después de un año, ella enfrentó otro momento crucial –uno que la haría famosa.
Su vida como conductora
De alguna manera, la familia de Harriet pudo enviarle un mensaje haciéndole saber que su sobrina y sus dos pequeñas estaban a punto de ser vendidas en el Sur. Ella se sintió dividida entre su libertad en el Norte y su deseo de ayudar a su familia a experimentar también esta libertad. Pero Dios le hizo sentir que “Eres tú a quien yo quiero Harriet Tubman.” Esa confianza que ella tenía en su Padre celestial para darle sabiduría, guía y fuerza, corrió en ella por el resto de su vida. “Yo siempre le dije a Dios,” así lo comentaba ella, “Voy a mantenerme aferrada a ti, y Tú me sacarás adelante."3
Harriet arriesgó su vida y su seguridad una y otra vez al viajar de regreso a Maryland para liberar a su sobrina, hermanos, padres y otros esclavos. Cuando intentó regresar con su esposo, descubrió que él tenía otra esposa. Aunque estaba profundamente herida, ella se enfocó en la misión de su vida de ser una conductora en el UGRR, ayudando a escapar a esclavos fugitivos, llevando a muchos de ellos todo el camino hasta Canadá.
Harriet se convirtió en una de las conductoras más famosas del UGRR y la apodaron “Moisés,” por llevar a su gente a la libertad. Desde 1852, Harriet hizo al menos un viaje al año hacia el territorio de esclavos, y en cada ocasión ayudaba al menos a diez fugitivos a escapar. Aunque sus acciones irritaban a los dueños y a los cazadores de esclavos (quienes pusieron precio a su cabeza), ni ella ni ninguno de los que ayudó a escapar fueron capturados. Muchos años después de que la Guerra Civil terminara, Harriet se jactó:
Fui conductora del Ferrocarril Subterráneo por ocho años, y puedo decir lo que la mayoría de los conductores no puede decir –mi tren nunca se salió de los rieles, y nunca perdí un pasajero. 4
Harriet era temeraria en sus misiones de rescate. Thomas Garrett, un abolicionista y líder en el UGRR, dijo a un amigo, “Harriet pareciera tener un ángel especial que la cuida en sus travesías de misericordia…y confianza en que Dios la guardará de cualquier daño en todos sus arriesgados viajes”.5
En sus misiones de rescate, Harriet sí estuvo en ocasiones, muy cerca de ser atrapada por quienes patrullaban buscando esclavos fugitivos e incluso por antiguos amos, o gente que conoció cuando era esclava. Pero ella tenía fe en Dios y siempre Le preguntaba qué hacer y pedía Su dirección, “lo cual,” decía ella, “Él siempre hizo."6
No se sabe exactamente cuántos esclavos fueron rescatados por Harriet, pero el número generalmente se describe como cientos. Además de sus misiones de rescate, ella hablaba a grupos en reuniones de abolicionistas para recaudar fondos para su causa. Era una fascinante oradora que cautivaba a su audiencia –tanto blancos como negros-.
Una nueva tarea
Con la llegada de la Guerra Civil, Harriet tomó una nueva tarea en su lucha por la libertad. No solo trabajó como lavandera, enfermera, centinela y espía del Ejército de la Unión, sino que también ayudó a esclavos liberados a ajustarse a su nueva vida, con frecuencia usando sus propios y limitados fondos, para hacerlo.
Cuando la Guerra terminó, Harriet se estableció en Auburn, Nueva York, y nuevamente se dedicó a ayudar a otros. Su buen amigo William H. Seward (Senador y antiguo Secretario de Estado) le vendió un pedazo de tierra fuera de la ciudad, donde edificó un hogar para los miembros de su familia, y puso a disposición de otros en necesidad. Hizo campaña para el movimiento pro-voto de la mujer y recaudó donaciones para huérfanos, ancianos y veteranos discapacitados.
Una de las personas que Harriet refugió en su casa fue Nelson Davis, un veterano de guerra, y antiguo esclavo, que sufría de tuberculosis. Para ese tiempo, Harriet supo que habían matado a John Tubman en una pelea violenta con otro hombre. Ahora que ella era una viuda a los ojos de Dios, se sentía libre de volver a casarse. El 18 de marzo de 1869, Harriet y Nelson Davis se casaron en Auburn. Nelson solamente tenía veinticinco años, y Harriet era por lo menos veinte años mayor que él. Estuvieron felizmente casados por casi veinte años antes de que Nelson muriera.
Durante su vida como mujer liberta -no esclava-, Harriet siempre batalló en lo económico. Aunque trabajó para recaudar fondos para apoyar a otros, no buscaba acumular dinero para sí misma. En una ocasión le pidió a Seward una donación para ayudar a hombres libertos sureños, y él respondió, “Ya has trabajado tiempo suficiente a favor de otros… Si me pides una donación para ti, te la daré, pero no voy a ayudarte a que te robes a ti misma por ayudar a otros."7
En 1903, Harriet donó algo de su tierra a la Iglesia Episcopal Metodista Africana en Auburn. Fue en ese lugar donde el Hogar de Ancianos Harriet Tubman abrió en 1908. Finalmente, conforme la salud de Harriet se deterioró, ella misma tuvo que ingresar al hogar. El 10 de marzo de 1913, rodeada de familia y amigos, murió de neumonía.
¿Dónde está nuestra pasión?
La vida de Harriet Tubman debería servir de ejemplo e inspiración para todas nosotras. No contenta con disfrutar libertad solo para sí misma, ella trabajó incansablemente para ayudar a otros a escapar de su propio cautiverio. Aún después de la abolición de la esclavitud, ella continuó trabajando para beneficio de otros hasta que físicamente no pudo hacer más.
¿Somos igual de apasionadas respecto a la libertad que tenemos en Cristo que no nos basta con disfrutarla? ¿Cómo podemos ayudar a otros a escapar de su cautiverio para que encuentren la libertad que nuestro Padre celestial anhela darnos?
1Catherine Clinton, Harriet Tubman: The Road to Freedom (New York: Little Brown and Company, 2004), 31.
2Ibid., 83.
3"Harriet Tubman: Her faith fueled the Underground Railroad, Today's Christian Woman (November 1999), Accessed May 9, 2016. http://www.todayschristianwoman.com/articles/1999/november/harriet-tubman.html
4Catherine Clinton, Harriet Tubman: The Road to Freedom (New York: Little Brown and Company, 2004), 192.
5Ibid., 91.
6Ibid.
7Ibid., 200.
8Ibid., 214
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