Esta publicación fue escrita por Nancy DeMoss Wolgemuth con Mindy Kroesche.
Uno de los retos de una rendición absoluta a Cristo es que no sabemos lo que hay adelante. Indudablemente, algunas nos sentiríamos más motivadas a rendirnos, si Dios nos entregara un contrato con todos los detalles debidamente completados. Nos gustaría saber qué esperar. Queremos ver la letra pequeña, para leerlo todo, reflexionar al respecto y luego decidir si pondremos nuestra firma en la línea punteada.
Pero esa no es la manera en que Dios hace las cosas. En lugar de eso, Él dice, “Aquí tienes una hoja en blanco. Quiero que escribas tu nombre en la línea al final, y me la devuelvas, yo me encargaré de completar los detalles. ¿Por qué? Porque Yo soy Dios; porque te he adquirido por precio; porque soy digno de confiar; porque sabes cuánto te amo; porque vives para Mi gloria y no para satisfacer tu auto-exaltación ni independencia.
Entrega incondicional
Betty Scott Stam fue una mujer que confió en que Dios llenara los detalles de su vida. Nacida en 1906 en Albion, Michigan, creció en China, donde sus padres eran misioneros. Cuando tenía 17 años de edad, regresó a los Estados Unidos para cursar el último año de escuela secundaria, seguido por la universidad y estudios en el Instituto Bíblico Moody. Durante esos años, Betty escribió una oración que se ha convertido en la petición de muchos otros creyentes que ansían vivir una vida de rendición incondicional a Jesús, como el Señor de su vida:
Señor, renuncio a mis planes y propósitos personales, a todos mis deseos, esperanzas y ambiciones; y acepto Tu voluntad para mi vida. Te entrego mi vida, mi todo, por completo a Ti, para ser Tuya por siempre. Te entrego todas mis amistades para que Tú las guardes; todas las personas a quienes amo han de ocupar un segundo lugar en mi corazón. Lléname ahora y séllame con Tu Espíritu. Obra por completo Tu voluntad en mi vida a cualquier costo, porque para mí el vivir es Cristo. Amén.
Fue durante sus años en Moody que Dios puso a prueba su compromiso. Aunque Betty siempre asumió que serviría como misionera en China, el Señor comenzó a llamar su atención hacia África, especialmente al sufrimiento de los leprosos. ¿Podría rendir lo que había pensado que sería su llamado, el lugar donde sus padres servían y donde ella había crecido, y dar su vida para servir en cualquier otro lugar?
Al mismo tiempo, se había sentido atraída a un joven llamado John Stam, quien tenía planes de ser misionero en China. El pinchazo en su corazón debió haber sido uno muy fuerte. A través de un poema que ella escribió y envió a su padre, podemos ver su gozo y su paz al rendir sus deseos y su futuro al Señor.
“Este poema,” escribió ella, “expresa cómo me invadía la angustia del alma y el temor en mi mente, antes de rendirme por completo –incluso hasta dónde sé, mis motivaciones más íntimas - al control de Dios. La cuarta estrofa es la aceptación de Su gracia, para con mi indigno ser; esta última habla del gozo, satisfacción y paz de la segura dirección que me da Cristo mi Salvador, ahora que es el Señor de mi vida.”
Estoy de pie, Señor: Hay una neblina que ciega mi vista.
Rocas empinadas, escarpadas, al frente, a la izquierda y a la derecha,
Hacia abajo, sombrío, gigantesco, en la noche.
¿Dónde está el camino?
Estoy de pie, Señor: La roca negra me hace retroceder
Sobre mi cabeza el quejido del viento
Me da escalofrío y oprime mi corazón y mi mente.
¡Tengo temor!
Estoy de pie, Señor: La roca debajo de mis pies es dura;
Casi resbalo, Señor, con la fría llovizna,
Tan cansada, ¡Señor! Y ¿dónde podré sentarme?
¿Aún debo seguir de pie?
Él me contestó, y en Su rostro
Una mirada inefable de gracia,
De amor comprensivo, perfecto,
Con la cual se acabaron mis murmullos.
Estoy de pie, Señor: Ya que has contestado, Señor, puedo ver.
Tú me habías acorralado ¡estas rocas son Tú!
Y como es Tu amor lo que me rodea,
Estoy de pie y alabo.
Entregándole el futuro a Dios
Dios sí hizo muy claro su llamado para ir a China, y después de completar sus estudios Betty regresó allá en 1931 a servir con la Misión al Interior de China (CIM por sus siglas en inglés). Pero el asunto del matrimonio aún seguía en el aire. Aunque tanto ella como John Stam habían expresado sus sentimientos el uno por el otro, John aún debía completar un año de estudios, y no había sido aceptado en CIM. Betty se fue a China sin un compromiso formal entre ellos y decidió dejar su futuro en las manos de Dios.
El año siguiente año, John se embarcó hacia China para servir como misionero con CIM y pudo reunirse con Betty –el compromiso vino poco después. Se casaron en octubre de 1933 y sirvieron juntos en la provincia Anhui. Durante el día visitaban comunidades cercanas para compartir el Evangelio; durante las noches, ayudaban a dirigir reuniones con otro misionero del área. El trabajo era difícil, debido a que el área era montañosa y las personas en extremo pobres, pero los Stam se regocijaban ante la oportunidad que Dios les había dado de compartir las buenas nuevas de Cristo.
El 11 de septiembre de 1934, nació su hija Helen Priscilla. Tres meses después, John y Betty junto a su hijita recién nacida fueron arrestados por soldados comunistas hostiles. Después de pasar la primera noche en una prisión local, fueron forzados a caminar doce millas con los soldados hacia otra ciudad. Finalmente se detuvieron a pasar la noche en la casa de un hombre adinerado que se había fugado. La mañana siguiente, antes de irse, Betty escondió su bebé en la casa, dentro de una pequeña bolsa de dormir. Y luego, John y Betty marcharon por las calles de la ciudad, con las manos firmemente atadas, y despojados de su ropa exterior.
Camino al sitio de su ejecución, un comerciante cristiano trató de persuadir a los soldados de no matar a la pareja. Él también fue arrastrado para ser asesinado. Cuando John rogó a los soldados que no mataran al hombre, el líder comunista le ordenó arrodillarse, y lo decapitó con una espada. Betty atada, cayó al lado de su esposo, ni un grito salió de sus labios. Momentos después, la misma espada que había matado a su esposo puso fin a su vida.
La bebé Helen fue descubierta treinta horas después por un pastor local. Estaba calientita y a salvo, aparentemente sin consecuencias por haber pasado todo ese tiempo sin leche. Entre sus pertenencias, el pastor encontró pañales extras y dos billetes de cinco dólares que Betty había prendido a su ropa–apenas lo suficiente para proveerle mientras aparecía un equipo de rescate para llevarla a un lugar seguro.
A cualquier costo
Cuando fue asesinada, Betty tenía veintiocho años. Al momento de escribir las palabras de su conocida oración “Obra por completo Tu voluntad en mi vida a cualquier costo.” no había manera de que supiera lo que le costaría una rendición total. Aunque algunos considerarían que el costo fue exorbitante, estoy segura que Betty, al haber rendido su vida a Cristo no consideraría que el precio fuera demasiado alto. Había entregado en las manos de Cristo, todo lo que era y todo lo que tenía, para que Él lo guardase.
Un pequeño grupo de creyentes encontraron los cuerpos de John y Betty y los enterraron en una ladera. En la tumba de Betty se lee,
Elisabeth Scott Stam, febrero 22, 1906
“Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.”
Filipenses 1:21
Diciembre 8, 1934 Miaosheo, Anhui
“Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida.”
Apocalipsis 2:10
El plan de Dios para tu vida y la mía no se verá exactamente como Su Plan para Betty Stam. Pero como seguidoras de Cristo, nosotras, al igual que Betty, somos llamadas a rendir nuestros planes personales y a abrazar Su voluntad, sin importar lo que eso signifique. Quizá Dios te esté pidiendo que continúes fiel a un esposo difícil de amar, o dedicarte a dar clases de escuela en el hogar a tus hijos, o discipular a alguna mujer joven.
¿Quieres leer de nuevo la oración de Betty Stam que aparece al principio de esta publicación y hacerla tuya? Debido a que Su amor te rodea, tú también puedes levantarte y cantar, mientras sigues hacia donde sea que Él te dirija.
Cuando nos consagramos a Dios, pensamos que hacemos un gran sacrificio y que renunciamos a muchas cosas por Él, cuando en realidad solo soltamos unas pequeñas pizcas de baratijas a las que nos aferramos; y cuando nuestras manos están vacías, Él las llena con Sus tesoros. Betty Stam
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