Por el egoísmo, no queremos que nadie nos ponga en aprietos, no queremos compartir nuestra intimidad con nadie. Nuestros placeres personales nos mantienen atrapadas. Queremos estar libres para hacer todo lo que queramos sin que nos lo impidan. No nos gusta compartir nuestra comida, casa o dinero. Nos da pánico la idea de ser utilizados por otros o que nuestras cosas sean lastimadas.
Todas estas actitudes son egoístas, y el egoísmo es pecado, es una característica de una vida no regenerada. Es todo lo opuesto al amor y lo contrario a lo que nuestro Señor Jesús enseñó y vivió. Él es nuestro ejemplo: vivió para servir a otros.
Sin embargo, Él mismo fue rechazado: “A LO SUYO VINO, Y LOS SUYOS NO LE RECIBIERON” (JUAN 1:11)
¿Te das cuenta? Él vino a su propia casa, su hogar, pero no lo dejaron entrar, no lo invitaron ni le brindaron hospitalidad.
Vino a la humanidad, su creación, su propiedad pero el mundo ni siquiera lo reconoció, estaban ciegos espiritualmente. Ni los suyos, los judíos, su propia nación que poseía las Escrituras que daban testimonio de su persona y venida, lo recibieron.
También debemos recordar que el Señor Jesús enseñó que al hospedar a otros es como si estuviéramos hospedándolo.
MATEO 25:34-36 “ENTONCES EL REY DIRÁ A LOS DE SU DERECHA: VENID, BENDITOS DE MI PADRE, HEREDAD EL REINO PREPARADO PARA VOSOTROS DESDE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO. PORQUE TUVE HAMBRE, Y ME DISTEIS DE COMER; TUVE SED, Y ME DISTEIS DE BEBER; FUI FORASTERO, Y ME RECOGISTEIS; ESTUVE DESNUDO, Y ME CUBRISTEIS; ENFERMO Y ME VISITASTEIS; EN LA CÁRCEL, Y VINISTEIS A MÍ”. 40 “Y RESPONDIENDO EL REY, LES DIRÁ: DE CIERTO OS DIGO QUE EN CUANTO LO HICISTEIS A UNO DE ESTOS MIS HERMANOS MÁS PEQUEÑOS, A MI LO HICISTEIS”.
Todo invitado es un huésped de honor, una persona de infinito valor que vivirá con nosotros eternamente. Entonces; ¿Por qué no compartir un poco aquí en este mundo? Si viviremos con ellos en la eternidad futura.
LETY MARISCAL.
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