"Señor que se haga Tu voluntad y no la mía", "Señor quiero conocerte más”, "Señor hazme más parecida a Cristo". Son peticiones que solemos presentarle al Señor, pero en ciertos momentos nuestra intención no es que Él responda, por lo menos, no de la manera en que me sucedió en esta ocasión.
A veces cuando le pedimos a Dios que sea lo primero en nuestras vidas, Él quita todo lo demás porque en nuestra pequeña fábrica de ídolos llamada corazón, algunos debemos vivir la experiencia de que Dios sea lo único que tenemos, a fin de que pueda ser lo primero. Y cuando todos esos pequeños idolitos son removidos, nos duele porque parte de nosotros se va con ellos y ¡gloria Dios por eso! Porque si no, jamás pudiéramos parecernos más a Jesús.
Ser más como Cristo se trata de una transformación radical, hay mucho que cortar en nosotros, se requiere, literalmente, matar al viejo hombre y en ese proceso esos pedazos que nos van quitando duelen ---permítanme acentuar un poco esa palabra, DUELEN--- pero si somos Sus hijas eso es justamente lo que Él hará, Filipenses 1:6 nos lo recuerda.
Vivimos en una sociedad que se basa mucho en las emociones, así que si algo causa dolor entonces es malo, pero eso no siempre es cierto, si es Dios quien permite u orquesta ese dolor, es bueno porque Dios es bueno y bienhechor y Su voluntad es BUENA, AGRADABLE Y PERFECTA.
El plan final de Dios no es que "tengamos" esto o aquello sino que "seamos" santificados y Él en Su fidelidad proveerá lo que sea necesario para ello y está de más decir que muchas veces esa provisión no nos agrada y en mi caso, me di cuenta que estaba yendo a Dios como si fuera a "Amazon" pidiéndole “de lo que Tú tienes mándame esto o aquello”... Él es mi Señor, y mi anhelo debe ser querer lo que Él quiere para mí, así sea caminar descalza por una avenida principal predicando el Evangelio. Y si Él permitió u orquestó esta adversidad en mi vida, entonces debo decirle "He aquí la sierva del Señor, hágase en mí conforme a Tu voluntad". ¡Gracias Dios por esta nueva adversidad hecha a mi medida! ¡Gracias por amarme tanto que me acercas a Ti a través de esto! ¡Gracias porque lo que yo merecía era la muerte y la condenación eterna y Tú me salvaste a través de Cristo Jesús! ¡Gracias porque me estás perfeccionando! Y ¡GRACIAS por no darme lo que quería sino lo que necesitaba!
¿Desaparece el dolor cuando pienso así? Quizás no... Pero saber que Dios es Soberano nos da toda la paz que necesitamos, porque el absoluto control de nuestras vidas lo tiene Alguien, Bueno, Justo, Fiel, Misericordioso, Compasivo... En Sus brazos no hay nada que temer.
Así que es cierto que Sus respuestas pueden ser dolorosas... "Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que él nos revelará más adelante". Romanos 8:18 (NTV).
Clara Nathalie Sánchez Díaz
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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