Y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno.
Marcos 10:8...
Soy una sola carne con mi esposo. La unión sexual entre el marido y la mujer hace que dos personas lleguen a ser literalmente una: en cuerpo y alma. Con el transcurrir de los años, llegamos a ser cada vez más una sola carne pues hay un intercambio de alma, una apropiación mutua de la vida del otro.
Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. (Génesis 1:27 NTV)
Éste pasaje destaca las diferencias de los géneros: fisiológica y función.
Comprender las diferencias nos ayudará a apreciar el mandato de Pablo en Efesios de "sumisión" y "respeto" a nuestro esposo.
Hechos a la imagen de Dios, el hombre y la mujer también son iguales, pero diferentes.
Iguales ante Dios como personas, se nos han dado funciones totalmente diferentes. En la relación del matrimonio, es el hombre quien lidera y la mujer quien se somete a su liderazgo.
Debemos disciplinarnos a fin de someternos a la voluntad de Dios para nuestra relación matrimonial: vivir como ayuda idónea de nuestro esposo, sujetarnos y respetar su posición, y desarrollar con gracia un espíritu afable y apacible. Esta es la voluntad de Dios en el evangelio.
(Extracto del libro "Atrévete a ser una mujer conforme al plan de Dios")
Marcos 10:8...
Soy una sola carne con mi esposo. La unión sexual entre el marido y la mujer hace que dos personas lleguen a ser literalmente una: en cuerpo y alma. Con el transcurrir de los años, llegamos a ser cada vez más una sola carne pues hay un intercambio de alma, una apropiación mutua de la vida del otro.
Así que Dios creó a los seres humanos a su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó. (Génesis 1:27 NTV)
Éste pasaje destaca las diferencias de los géneros: fisiológica y función.
Comprender las diferencias nos ayudará a apreciar el mandato de Pablo en Efesios de "sumisión" y "respeto" a nuestro esposo.
Hechos a la imagen de Dios, el hombre y la mujer también son iguales, pero diferentes.
Iguales ante Dios como personas, se nos han dado funciones totalmente diferentes. En la relación del matrimonio, es el hombre quien lidera y la mujer quien se somete a su liderazgo.
Debemos disciplinarnos a fin de someternos a la voluntad de Dios para nuestra relación matrimonial: vivir como ayuda idónea de nuestro esposo, sujetarnos y respetar su posición, y desarrollar con gracia un espíritu afable y apacible. Esta es la voluntad de Dios en el evangelio.
(Extracto del libro "Atrévete a ser una mujer conforme al plan de Dios")
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