por Verónica Vilugrón
Y abre sus brazos al necesitado.Proverbios 31:20 (NTV)
Jesús dice:
Por sus frutos los conoceréis.
Juan 13:35:
“En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
Por sus frutos los conoceréis.
Juan 13:35:
“En esto conocerán que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
Elisabeth Elliot, esposa de Jim Elliot, he aquí su historia:
Jim Elliot junto con cuatro amigos, tenían en su corazón la pasión de predicar a los aucas, una tribu de indios en Ecuador, que eran salvajes, se mataban entre tribus y por supuesto no conocían al Señor.
Consiguieron acercarse, y un día estos indios mataron a los cinco misioneros apasionados.
Jim Elliot junto con cuatro amigos, tenían en su corazón la pasión de predicar a los aucas, una tribu de indios en Ecuador, que eran salvajes, se mataban entre tribus y por supuesto no conocían al Señor.
Consiguieron acercarse, y un día estos indios mataron a los cinco misioneros apasionados.
Elisabeth, esposa de Jim, después de muerto su esposo, fue a concluir el trabajo que de él. Perdonó a estas personas, y les predicó el evangelio.
Muchos se convirtieron.
Muchos se convirtieron.
Ella dijo:
“No podemos dar nuestro corazón a Dios y mantener nuestros cuerpos para nosotros mismos”.
Entonces, viendo a esta mujer ejemplar en Proverbios, conocemos una mujer que puede sentirse libre de ayudar al pobre, vemos a una mujer cuyo marido confía en ella, ella puede hacer gastos extras y no tendrá problemas con su marido, porque el confía en ella, como leíamos en Proverbios 31:11 “El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias”.
No es que por ayudar al pobre, va a descuidar las necesidades de su hogar, no actuará de manera imprudente sino sabiamente y con misericordia.
La esposa de Jim Elliot se arriesgó yendo a la selva a servir a personas que habían matado a su esposo. Y después también llevó a sus hijos allí. Ella fue compasiva, y no reservó su tiempo, su vida y aún la de sus hijos, para ella misma, en la comodidad...
Ella “extendió sus manos al menesteroso”, y dio fruto.
Qué hermoso testimonio el de Elizabeth, que hasta el día de hoy nos influencia y es ejemplo para nosotras.
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