Por: Clara Nathalie Sánchez Díaz
En una ocasión escuché a una persona muy sabia decir que uno de sus deseos más profundos es caminar en santidad de tal forma que 10 años más adelante cuando mire su propia vida le sorprendan las cosas pecaminosas que hacía sin darse cuenta... Ese también debería ser nuestro deseo, que exista cada vez menos pecado en nosotras. En verdad eso solo es posible asesinando al "yo" cada día y dejando que Cristo viva en nosotras. Esta vivencia se une a algo que ha estado en mi mente las últimas semanas.
Hay varios momentos en el día en los que siento deseos de llorar pero, a la luz de la Palabra, las razones son bastante pecaminosas. Mi corazón llora cuando las cosas no salen como yo quería, o cuando los demás no me toman en consideración, a veces llora incluso cuando alguien conocido pasa cerca de mí sin extenderme un saludo. O cuando siento rabia porque el otro no reacciona como espero, llora y patalea cuando Dios no me da lo que yo quiero y Él debería saber lo que es mejor para mí... El meollo del asunto es que el llanto de nuestro corazón revela quién está en el trono.
Todas estas cosas que menciono arriba son solo evidencia del pecado remanente en mi corazón, y si lo disfrazo como "dolorcito" me olvido de ponerle sus nombres, "envidia" "egoísmo" "celos" "egocentrismo" "rebeldía" "idolatría"... Todo esto debería llevarme a arrepentirme, no a deprimirme. Pero lloramos y nos quejamos por estas cosas cuando lo único que deberíamos hacer es ir a la Cruz arrepentidas, día tras día, hora tras hora.
No sé tú, pero yo muchas veces lloro cuando debería orar y he hecho de esto un hábito en mi vida. El pecado nos mantendrá alejadas de Dios mientras no lo reconozcamos como tal y vayamos a Él arrepentidas. A menos que nuestros corazones dependan de Él como las hojas de un tronco, nuestros frutos seguirán siendo los de nuestra carne.
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones.
Lávame por completo de mi maldad,
y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis transgresiones,
y mi pecado está siempre delante de mí.
conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones.
Lávame por completo de mi maldad,
y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis transgresiones,
y mi pecado está siempre delante de mí.
Salmos 51:1-3
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
Comentarios
Publicar un comentario