Deuteronomio 6: 6-7
Por John MacArthur
Usted no puede salvar a sus hijos. Puede criarlos en el temor y amonestación del Señor, protegerlos de las influencias pecaminosas y las tentaciones del mundo, y envolverlos en la comunión de otras personas que conocen y aman a Dios. Pero al final, como vimos por última vez , su arrepentimiento y fe no pueden ser heredadas o fabricada –la salvación es la obra de Dios, no suya. Como padre, su influencia sólo puede avanzar hasta cierto punto.
El Tipo Equivocado de Influencia
Dicho esto, quiero hacer hincapié en que a veces –debo decir menudo – los padres son en parte culpables de la rebelión de sus hijos descarriados. Y ha sido mi observación en los últimos años que los padres generalmente son más culpables de los hijos caprichosos que de la sociedad, los compañeros, o cualquiera de las otras influencias que los padres tienden a culpar. De vez en cuando me encuentro con padres que han violado casi todos los principios bíblicos de la crianza de los hijos, que no obstante vienen al pastor buscando algún tipo de absolución de la responsabilidad de la rebeldía de sus hijos. Quieren seguridad verbal de que de ninguna manera son culpables; otra persona lo es.
Sin embargo, Dios mismo ha dado la responsabilidad de criar a los hijos a los padres, no a los maestros de escuela, los compañeros, los trabajadores de cuidado de niños u otras personas ajenas a la familia, y por lo tanto es un error que los padres traten de descargar esa responsabilidad o echen la culpa cuando las cosas van mal.
Los padres deben involucrarse en la vida lo suficiente como para asegurarse de que ninguna otra influencia tenga prioridad sobre sus hijos. Para los padres que se quejan de que de los fracasos de los hijos es culpa de los amigos de los hijos, mi respuesta inevitable es que en última instancia, los propios padres deben ser los culpables, porque ellos fueron los que permitieron que sus compañeros se hayan introducido en las vidas de sus hijos más que ellos mismos.
Culpa y Responsabilidad
Algunos padres, sin duda, cínicamente ponen los ojos en eso, e insisten en que no es realista en este día y época esperar que los padres influyan en sus hijos más que sus compañeros, la cultura, la televisión, los maestros de escuela, y todos los demás factores que compiten por un control en la vida del niño típico.
Aún así, un momento de reflexión revelará por qué los padres en nuestra cultura tienen menos influencia sobre sus hijos que lo que sus compañeros tienen: La mayoría de los padres simplemente han abdicado el papel de los padres. Ellos han vuelto a sus hijos hacia sus compañeros. Han invertido menos tiempo en enseñar a sus hijos que la cantidad de tiempo que han permitido a los hijos ver la televisión. Han permitido que la mayor parte de – si no toda – la instrucción espiritual, moral y ética de sus hijos provengan de la televisión, películas, música y otros niños. Incluso en los mejores casos, los padres confían demasiado en los maestros de escuela, maestros de la escuela dominical y líderes juveniles, todo fuera del ámbito de la familia. Los padres deben darse cuenta de que el carácter no es ni innato por la genética, ni recogido por ósmosis. A los hijos se les enseña ser lo que serán. Si se han convertido en algo distinto de lo que los padres esperaban, por lo general es porque simplemente han aprendido de los que estaban allí para enseñarles en ausencia de sus padres.
En otras palabras, los padres, no los hijos –y ni siquiera los grupos de compañeros – en última instancia, son los culpables de la disminución de la influencia de los padres en nuestra cultura. Siempre que las influencias externas determinan el carácter de un hijo más que los padres, los padres han fallado en sus deberes. Es tan simple como eso.
Los padres cristianos de hoy necesitan desesperadamente poseer este principio simple. Ante el trono de Dios vamos a ser responsables si hemos vuelto a nuestros hijos hacia otras influencias que dan forma a su carácter de manera impía. Dios ha puesto en nuestras manos la responsabilidad de llevar a nuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor, y vamos a dar cuenta a Dios de nuestra mayordomía de este gran regalo. Si otros tienen más influencia en nuestros hijos que nosotros, nosotros somos culpables, no excusables, por esos motivos.
Su Trabajo a Tiempo Completo
Dios ha hecho la crianza de los hijos una responsabilidad a tiempo completo. No hay pausas para el café de nuestros deberes de paternidad. Este principio fue incluso incorporado en la ley en el Sinaí. Dios prologó Sus instrucciones a los israelitas con este solemne encargo:
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. (Deuteronomio 6:6-7)
Esa es la propia definición de Dios de la tarea de los padres. Significa que ser padres es una tarea a tiempo completo en todos los sentidos de la expresión. Ninguna fase de la vida está exenta. Ninguna hora del día se excluye. No hay tiempo de espera para el padre que quiere ser fiel a este llamado.
Algunos padres piensan que pueden compartimentar la vida de sus hijos, asignar un número determinado de horas por semana para pasar en la crianza de los hijos, y luego cumplir con sus deberes como padres asegurándose de que las horas que pongan en la tarea son "tiempo de calidad". Esa filosofía entera es contraria al espíritu de Deuteronomio 6:7, y es una manera segura de garantizar que las influencias externas tendrán más influencia que los padres en la formación del carácter del niño.
El Descuido de los Padres
La historia de Israel del Antiguo Testamento es una lección sobre los peligros de descuidar este principio vital. Israel fracasó miserablemente cuando se trataba de la obligación de enseñar a sus hijos acerca de la justicia de Dios. Considere esta narración sobre la generación de israelitas que primero entró en la Tierra Prometida. Y tenga en cuenta que esto no era más que una generación después de que Dios había dado primero la ley en el Sinaí:
Y el pueblo sirvió al Señor todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían sido testigos de[e] la gran obra que el Señor había hecho por Israel…. También toda aquella generación fue reunida a sus padres; y se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que El había hecho por Israel. (Jueces 2:7, 10)
En otras palabras, toda esa generación de israelitas falló en su responsabilidad. Se olvidaron de enseñar a sus hijos acerca de las cosas que Dios había hecho por Israel. Y como consecuencia, la próxima generación se alejó del Señor en masa:
Entonces los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales, y abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de entre los dioses de los pueblos que estaban a su derredor; se postraron ante ellos y provocaron a ira al Señor. Y dejaron al Señor y sirvieron a Baal y a Astarot ( vv. 11-13)
Los niños volvieron a los dioses malignos de los cananeos. Su entorno les influyó más que sus padres lo hicieron porque los padres abdicaron del papel de los padres. El resultado fue la idolatría, el caos y la destrucción. “Todo el mundo hacía lo que bien le parecía” (21:25).
El mismo patrón se repitió una y otra vez en toda la historia de Israel. Cada vez que una generación de padres descuidó plantar las semillas que proporcionarían árboles de sombra para las generaciones posteriores, los hijos sufrieron la hambruna espiritual que inevitablemente siguió.
Lo mismo sigue ocurriendo en la actualidad. En este momento las perspectivas para la próxima generación es tan sombría como lo ha sido siempre. Y no habrá ningún cambio a menos que esta generación de padres cristianos reanude el trabajo a tiempo completo de la plantación de árboles de sombra espirituales.
Una Crianza Adecuada y Prioridades Personales
Para muchos padres, el primer paso para volver al camino debe ser un compromiso fresco a las cosas de Dios para sí mismos. Si nuestras propias prioridades en la vida están torcidas, no hay esperanza de enseñar a nuestros hijos lo que necesitan para aprender.
Padres: hagan un inventario de sus propios corazones. ¿Tienes sed de Dios como el ciervo brama por el agua? ¿O está su propia vida enviando a sus hijos un mensaje de hipocresía e indiferencia espiritual? ¿Es su propio compromiso a Cristo lo que espera ver en la vida de sus hijos? ¿Es su obediencia a Su Palabra el mismo tipo de sumisión que anhela ver de sus propios hijos?
Esas son las preguntas cruciales que cada padre debe enfrentar si realmente queremos ser padres exitosos y buenos modelos para nuestros hijos. Que los padres sean negligentes en su propia vida espiritual equivale a cortar todos los árboles de sombra para la siguiente generación de su familia.
Padres cristianos: tomen animo. Usted tiene la responsabilidad ante Dios para usar su influencia con sus hijos para Su gloria y su bien. Pero el peso de su eternidad no está sobre sus hombros – recuerde que no nacen moralmente neutrales. Dios usará cualquier medio que Él elige para atraer a Su pueblo a Sí mismo. Ore para que Él le use en las vidas de sus hijos, y confíe en que Él es fiel incluso a través de sus fracasos.
(Adaptado de What the Bible Says About Parenting.)
Disponible en línea en: http://gty.org/resources/Blog/B150504
COPYRIGHT © 2015 Gracia a Vosotros
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