''Las ancianas enseñen... a las mujeres jóvenes... a ser buenas''. Tito 2:4-5
Cuando oímos la palabra “buena” ¿qué viene a nuestra mente? Posiblemente una niña sentada en su sillita, sin hablar, sin moverse, apenas respirando. ¡Qué bien se ...porta esa niña! Dirían algunos; pero ¿es eso lo que Dios espera de nosotros?
“Bueno” es ser bondadoso, generoso, compasivo, servicial, misericordioso, lleno de gracia. Lo opuesto es la maldad, el egoísmo, la rudeza o aspereza.
La bondad es la esencia de Dios mismo, Quien se dio a Sí mismo para rescatarnos del infierno y, por la fe en Su Hijo, reconciliarnos con Él, adoptarnos como hijos y darnos el cielo por la eternidad. Y por si esto fuera poco, ¡cada día nos colma de favores y misericordias! Esa es Su gloria, ser bondadoso y lento para la ira (Éxodo 34:5-7; 33:19). Dios jamás obra fuera del marco de esa bondad.
Tenemos un Padre tan bondadoso que hace salir el sol sobre malos y buenos, que alimenta las aves del cielo, que llena la tierra de Sus beneficios. Además, por Su Bondad, cumple Sus promesas; ninguna ha quedado sin cumplir, pues Él es fiel a Su Palabra.
La Biblia nos exhorta que imitemos a Dios; haciendo esto mostraremos la bondad como un rasgo esencial de la mujer piadosa (Efesios 5: 1-2). Esta conducta promoverá el Evangelio de Jesucristo y evitará que Su nombre sea difamado.
La bondad se manifiesta aun en nuestros gestos no verbales: sonriendo, escuchando con atención y respondiendo con mansedumbre, con un tono de voz agradable, no airado o impositivo. Hermanas, ¡no nos cansemos de hacer el bien, no desmayemos!
Gloria de Michelén
De mujer hacendosa.
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