Criemos nuestros hijos para que sean Fuertes y maduros–diligentes, confiables, trabajadores, centrados en Cristo, capaces de liderar y de servir.
Criemos nuestras hijas para que sean valientes- hermosas columnas de estabilidad en nuestra familia y hogar, en la iglesia, y en las vidas de aquellos que necesitan a Jesús.
Entrenemos a nuestros hijos a ser maduros (a que no sean conducidos por deseos carnales ni egoístas) sino con un corazón de obediencia radical.
"Sean nuestros hijos en su juventud como plantíos florecientes, nuestras hijas como columnas de esquinas labradas como las de un palacio."Salmo 144:12,
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