“¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce, más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres. ¡Cómo han caído los valientes!” (2 Sam. 1:25-27).
Con la muerte de Jonatán, David perdió a la persona con quien más intimidad tenía. “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo… E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo” (1 Sam. 18:1, 3). David tuvo varias esposas, pero con ninguna tuvo una relación tan hermosa como la que había tenido con Jonatán, su amigo del alma. Es interesante notar que no formó ninguna amistad profunda con ninguna de sus esposas para luego casarse con ella. No tuvo novias. Sus matrimonios se basaban en una atracción física, no en una unión de alma. Su relación más íntima siempre fue con Dios mismo.
La hija de Saúl. Saúl había prometido a su primera hija en matrimonio al hombre que venciere a Goliat (1 Sam. 17:25), pero la dio a otro y a David le dio a su hija Mical en su lugar porque ésta amaba a David. Pagó el dote matando a 200 filisteos para conseguirla (1 Sam. 18:27).
Mical: Era una mujer apasionada de carácter fuerte y de iniciativa. La pareja pasó emocionantes peligros juntos. Ella le salvó la vida cuando Saúl quiso matarle, correctamente se puso a lado de David y no de su padre contra él (1 Sam. 19:11-18). Este matrimonio se fundó sobre su admiración para David y su hombría, pero se deshizo cuando ella dejo de admirarle, porque David bailó en público ante el arca de Dios. Despreció su devoción a Dios. Tuvieron una fuerte discusión en que los dos faltaron el respeto el uno al otro y el resultado fue que ella nunca tuvo hijos (2 Sam. 6:20-23). Por este motivo, el sucesor de David no fue nieto de Saúl.
Abigail, la viuda de Nabal. Esta mujer fue lo opuesto a Mical. Fue menos apasionada, más sensata y mucho más espiritual. Donde Mical se burló de su espiritualidad, Abigail le afirmó en ella. A David le mostró respeto aun cuando estaba a punto de vengarse matando a mucha gente inocente. Le animó a confiar en Dios y guardar su reputación. Fue una mujer de iniciativa, sabia, prudente y bella, “de hermosa apariencia” (1 Sam. 25: 3) y David fue atraída a ella desde el primer momento. Escuchó sus consejos, y ella evitó una masacre. Esta mujer tuvo el arte de aconsejar sin reprochar, sin rebajar la dignidad del otro, sino dejarle más fuerte en su confianza en sí mismo y en Dios. Cuando su marido murió, David no dudo nada en casarse con ella.
Betsabé, “la de Urías”. Así reza Mat. 1:6 en el original. ¡La frase “que había sido” es añadida a las Escrituras! El Espíritu Santo quiso que Betsabé fuese recordada para siempre como la esposa de Urías. Fue por una fuerte atracción física que esta mujer entró en la vida de David (2 Samuel 11). Conocemos la historia sórdida. El hijo que concibieron en adulterio murió, pues Dios castigó el crimen de David llevándose al niño. El segundo hijo fue Salomón, el que sucedió a David al trono, una muestra de la gracia de Dios después de su fuerte arrepentimiento. En la estimación de Dios lo que cuenta no es nuestro pecado, sino nuestro arrepentimiento: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada” (Salmo 32:1). David fue un santo. (Selah).
Con la muerte de Jonatán, David perdió a la persona con quien más intimidad tenía. “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo… E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo” (1 Sam. 18:1, 3). David tuvo varias esposas, pero con ninguna tuvo una relación tan hermosa como la que había tenido con Jonatán, su amigo del alma. Es interesante notar que no formó ninguna amistad profunda con ninguna de sus esposas para luego casarse con ella. No tuvo novias. Sus matrimonios se basaban en una atracción física, no en una unión de alma. Su relación más íntima siempre fue con Dios mismo.
La hija de Saúl. Saúl había prometido a su primera hija en matrimonio al hombre que venciere a Goliat (1 Sam. 17:25), pero la dio a otro y a David le dio a su hija Mical en su lugar porque ésta amaba a David. Pagó el dote matando a 200 filisteos para conseguirla (1 Sam. 18:27).
Mical: Era una mujer apasionada de carácter fuerte y de iniciativa. La pareja pasó emocionantes peligros juntos. Ella le salvó la vida cuando Saúl quiso matarle, correctamente se puso a lado de David y no de su padre contra él (1 Sam. 19:11-18). Este matrimonio se fundó sobre su admiración para David y su hombría, pero se deshizo cuando ella dejo de admirarle, porque David bailó en público ante el arca de Dios. Despreció su devoción a Dios. Tuvieron una fuerte discusión en que los dos faltaron el respeto el uno al otro y el resultado fue que ella nunca tuvo hijos (2 Sam. 6:20-23). Por este motivo, el sucesor de David no fue nieto de Saúl.
Abigail, la viuda de Nabal. Esta mujer fue lo opuesto a Mical. Fue menos apasionada, más sensata y mucho más espiritual. Donde Mical se burló de su espiritualidad, Abigail le afirmó en ella. A David le mostró respeto aun cuando estaba a punto de vengarse matando a mucha gente inocente. Le animó a confiar en Dios y guardar su reputación. Fue una mujer de iniciativa, sabia, prudente y bella, “de hermosa apariencia” (1 Sam. 25: 3) y David fue atraída a ella desde el primer momento. Escuchó sus consejos, y ella evitó una masacre. Esta mujer tuvo el arte de aconsejar sin reprochar, sin rebajar la dignidad del otro, sino dejarle más fuerte en su confianza en sí mismo y en Dios. Cuando su marido murió, David no dudo nada en casarse con ella.
Betsabé, “la de Urías”. Así reza Mat. 1:6 en el original. ¡La frase “que había sido” es añadida a las Escrituras! El Espíritu Santo quiso que Betsabé fuese recordada para siempre como la esposa de Urías. Fue por una fuerte atracción física que esta mujer entró en la vida de David (2 Samuel 11). Conocemos la historia sórdida. El hijo que concibieron en adulterio murió, pues Dios castigó el crimen de David llevándose al niño. El segundo hijo fue Salomón, el que sucedió a David al trono, una muestra de la gracia de Dios después de su fuerte arrepentimiento. En la estimación de Dios lo que cuenta no es nuestro pecado, sino nuestro arrepentimiento: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada” (Salmo 32:1). David fue un santo. (Selah).
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