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"El amor es incompatible con la envidia"

... el amor no tiene envidia. (1 Corintios 13:4)

1) La naturaleza de la envidia:


La envidia puede ser definida como el descontento y desagrado ante la prosperidad y felicidad de otros. (Es decir, comparándonos a nosotros mismos con otras personas, nos sentimos descontentos y molestos al ver que prosperan más que nosotros). Por naturaleza, cada persona ama el primer lugar, la preeminencia y no puede soportar el hecho de que otros sean superiores en honores o privilegios. El "yo" debe ser superior a todos.

La envidia y los celos se manifiestan cuando nos sentimos insatisfechos al ver la prosperidad de otros. Deberíamos regocijarnos en su bienestar. Pero la envidia no nos permite disfrutar lo que tenemos. Tal como sucedió con Amán, a pesar de la prosperidad y los privilegios que hemos disfrutado decimos: "Mas todo esto nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey" (Ester 5:13). La envidia se deleita al ver que la prosperidad de otros se disminuye, y también se atreve a hacer cosas que contribuyen a reducir esa prosperidad. ¡Cuán frecuentemente son pronunciadas palabras amargas con la esperanza de minimizar la reputación alguien ante los ojos de los demás!

La envidia se manifiesta al rechazar a otras personas simplemente porque son personas prósperas. La persona envidiosa aborrece a su prójimo simple y sencillamente porque su prójimo ha prosperado. Los hermanos de José al ver que su padre lo amaba más que a todos ellos, le aborrecían y no podían hablarle pacíficamente (Génesis 37:4) En algunos casos extremos, igual con los hermanos de José, la persona amargada estaría dispuesta a quitar no solo la felicidad sino también la vida de su prójimo

2) Como el Espíritu cristiano de amor es contrario al espíritu de envidia

El amor prohíbe la expresión y la práctica de la envidia. Aunque la tendencia de sentir envidia y los celos todavía mora en el creyente, no obstante, la reconoce como "un pecado y lucha contra ella en su corazón". La aborrece en sí mismo y en los demás. Se esfuerza para impedir que se manifieste en su vida y en sus hechos.

El amor tiende a frenar el principio de envidia en sus primeros comienzos en el corazón. La inclinación hacia la envidia tiene que ser mortificada en sus raíces. El amor siempre en lugar de la envidia, un espíritu de contentamiento con cualquier condición que nos haya asignado "He aprendido a contentarme con lo que tengo (Filipenses 4:11)

El amor nos dispone a gozarnos con el bienestar de otros. El amor nos capacita para gozarnos con los que se gozan (Romanos 12:15) El espíritu de bondad echa fuera al espíritu de envidia, dejando lugar solo para la felicidad al ver el éxito de nuestro prójimo..."

- Jonathan Edwards

El amor y sus frutos | página. 22

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